Diálogo sobre el problema de los matrimonios mixtos entre judíos y no judíos.
Cada vez hay más jóvenes judíos que optan por contraer matrimonio con parejas no judías.
¿Qué importa?
Cada vez que eso ocurre se produce un debilitamiento en la cadena milenaria del pueblo judío. Es una puñalada al corazón del pueblo judío. La tragedia, grave también en aquellos casos que el judío es consciente de sus acciones y opta por abandonar a su pueblo, es más grave aún en aquellos casos que dichos pasos están tomados por omisión, por falta de conocimiento y por falta de herramientas para analizar el tema adecuadamente y tomar las decisiones correctas.
La presión social es tal que uno no se anima a ir en contra de la corriente y hacer lo correcto. Cuando todavía se suman a eso los potentes ingredientes del “amor”, la “igualdad” y el “pluralismo”, uno realmente puede decir adiós a miles de años de historia y sacrificio judíos... Es muy difícil oponerse a esa tendencia. Pero no hay más remedio. El judío no ha sobrevivido por subscribirse a lo popular y a lo fashion, sino por atenerse a la verdad innegociable. Ser judío no se define por voto popular. Si bien está en manos de cada uno optar por respetar o no las normas del judaísmo, no está en manos de cada uno definir cuáles son las normas del judaísmo.
Maimónides lo expresó claramente, diciendo: “La verdad no se afirma ni se debilita de acuerdo a la cantidad de personas que la reconocen”. Uno es judío o no lo es. La mujer con quien forma familia es judía o no lo es. Los hijos que uno engendra son judíos o no lo son. No es una cuestión de premio o de castigo: es cuestión de hecho. El haber encontrado al “amor de tu vida” no la transforma en judía ni a sus hijos en judíos. Muchos argumentan a favor del noviazgo mixto diciendo que “mejor ganar dos almas que perder una”.
La pregunta es: ¿Estamos realmente ganando a las dos almas? Están los que al encontrarse en una relación mixta resienten el hecho que uno se meta en su vida privada. “Yo en mis asuntos personales tengo el derecho de hacer lo que quiero mientras no infrinjo los derechos de los demás”, argumentan. La pregunta es: ¿Realmente no infringen los derechos de los demás? ¿Están respetando los derechos de sus antepasados? ¿De su pueblo? ¿De sus propios hijos? ¿De su propia pareja engañada? El tema se complica más aún debido a las connotaciones “racistas” y “discriminatorias” que tiene la postura de oposición al matrimonio mixto. “¿Te gustaría que te rechacen simplemente por el hecho de ser judío?” preguntan, desafiantes.
Si un judío decide abandonar al pueblo judío en base a consideraciones informadas, es triste; pero en última instancia es su responsabilidad. Si lo hace por falta de información, siento que es (también) mi responsabilidad. Es para cumplir con mi responsabilidad y ayudar a aclarar estos y más temas afines que decidí publicar este libro.
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